¿Cómo se debe enfocar la labor educativa de nuestros alumnos e hijos durante la jornada lectiva? ¿Nos importan más los conocimientos que interioricen nuestros hijos o la adquisición de ciertos valores personales, de un sistema de trabajo propio y eficaz, de estrategias de aprendizaje, de la ilusión y satisfacción por hacer las cosas bien…; que le conduzcan a la consecución de autonomía personal, del desarrollo de su propia personalidad y al gran logro de ser capaces de aprender por sí mismos? ¿Qué tiempo diario, del horario lectivo de un alumno, dedicamos a la educación de la responsabilidad, del orden, de la organización, del razonamiento, de la reflexión, del trabajo colaborativo, de la importancia que tiene aprender a compartir, del trabajar con ilusión, de la satisfacción del trabajo bien hecho, de la creación de estrategias que les ayuden a solucionar las diferentes situaciones que se le presentan en su vida diaria (tengan relación o no con las asignaturas)…?
¿Qué buscamos en la educación de nuestros hijos: unas notas fantásticas y magníficas de las que podamos presumir ante los demás o la preparación personal necesaria para que sea capaz de superar con eficacia los retos que día a día se le presentan en esta sociedad cada vez más exigente (tanto dentro como fuera del colegio)?